miércoles, 25 de noviembre de 2015

La poesía se mueve a través de trazos y signos acumulados. con su cadencia, simula una serpiente santificada: Oscar Wong


José Rivera

Tonalá, 25 de noviembre de 2015.- La primera obra literaria que leí fue , de Julio Cortázar. Y esa densa perturbación, tal vez desmesurada, se volvió un recurrente ceremonial. Los ríos metafísicos me estrujaban en un perpetuo torbellino. Y desde entonces leí como un indigente provinciano, ayuno de bibliotecas y librerías. Descubrí que los poetas existían: en el Generalito, ahí en la Prepa 3, aquella del bazukazo, una figura delgada, imponente, enfundado en un chamarro café, oficiaba ante los preparatorianos: “En la calle mil, dos mil, cinco mil estudiantes…”. La poesía, a través de Abigael Bohórquez –en aquel enero de 1969– devastaba con su presencia feroz.

Óscar Wong, poeta Tonalteco postulado por diversas instituciones para el Premio Chiapas en Artes 2015, evoca sus inicios. “En aquel tiempo –continúa con emoción– mi desarrollo intelectual era primitivo, silvestre, y no conocía la “O” por lo redondo, como estipulaba el poeta zacatecano. Por fortuna conocí a piadosos compañeros preparatorianos, quienes me iniciaron en el ritual de la lectura, en el rito de la música: blues, jazz, piezas clásicas nos regocijaban el alma y los oídos. El éxtasis concluía hasta las cinco o seis de la mañana, cuando los vecinos se molestaban ante el Coro Mormón acompañado de la Filarmónica de Londres, interpretando a todo volumen de Beethoven. Sí. fue un golpe demoledor que transfiguró mi visión del mundo”.

Su voz es tranquila, pausada; aunque en momentos se sofoca por la emoción: “Cortázar se hizo imprescindible. Y vinieron las compras y lecturas de sus libros. Incluso pertenecíamos al Club de la serpiente: con esa melomanía persecutoria (Charly Parker, Armstrong, etc.), discurríamos entre la lectura y los sueños con la Maga (por fortuna, años más tarde, mi esposa María Estela se negó a que mi primogénito se llamara Rocamadour). Reían los camaradas porque el personaje oriental que aparece con mi apellido en uno de los capítulos de la novela cortazariana se masturbaba; por supuesto que yo me defendía replicando que no, que yo jamás, que yo ya (pues razonable era)”.

Cuando se apagan las risas del poeta, me atrevo a comentar: pero el escritor argentino es narrador. Wong, seguramente sin escucharme, simplemente continúa: “Y entonces vino otra revelación. también me sacudió. Poema tras poema, como indica el anagrama del título, cobraron realidad. Algunos, previamente, fueron recogidos en los pisos de arriba y de abajo del libro <Último round> publicado por Siglo XXI Edit. hacia 1969 y, los más, en <> de 1984. El ritmo cortazariano me puso en guardia. Lo que él denominaba “prosemas” para mí resultó ser simplemente “verso corrido”, porque en esos enunciados persistía el ritmo, la acentuación del canto. No era prosa poética ni poema en prosa. Simplemente era la poesía moviéndose –a través de los trazos y signos acumulados–, con su cadencia sapientísima, simulando una serpiente santificada”.

¿Así que en Cortázar encontró lo que estéticamente buscaba? –musito ante la avalancha de palabras que entrega el chiapaneco: “Sí, aunque “, publicado por Seix, Barral en 1971 terminó en la mochila del poeta infrarrealista Roberto Bolaño, quien alzó el vuelo hacia Barcelona. Desde entonces he buscado ese libro (ahora, creo, inexistente). Sí, el mismo Bolaño quien ahora tiene un culto reservado, y preservado, por infinidad de fans en todo el hemisferio. Un Roberto Bolaño que, luego de la comida y de las botellas de vino en mi hogar, en la Guadalupe Insurgentes, hizo la “huevada” de quemar un libro de poemas, galardonado con el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Pero eso ya es otra historia”.

¿Dónde se visualiza dentro de diez años? – En Chiapas, tal vez en Comitán, escribiendo. Poesía o ensayo literario. Después de todo ambos géneros asumen la misma vertiente: la existencia. Y eso es la poesía, esa es la función del poeta: cantar la existencia, lo que acontece en un día o en un año. La poesía se estremece en cada línea, en cada imagen, hasta lograr lo que algunos autores determinan en tanto cópula semántica. Como experiencia de vida, que se transmite a través de un código, de un discurso literario, la poesía revela otras dimensiones más profundas. Por supuesto que en este territorio el sentimiento es básico, no la razón. Más que ejercicio escritural, la voz más entera del hombre, como explicaba León Felipe, se abre a nuevos territorios, invocando y convocando la inseparable magnitud del ser humano. Así, el poeta es aquel individuo que camina vendado a la orilla del abismo, como precisa Octavio Paz en Las peras del olmo”.

De ascendencia sino mexicana, Óscar Wong (Tonalá, Chiapas, 26 de agosto de 1948) es poeta, narrador, ensayista y crítico literario. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue subsecretario de Cultura y Recreación del gobierno de Chiapas (1982-84) y director de Publicaciones de Coneculta-Chiapas (2010), así como becario del INBA-FONAPAS en crítica literaria durante 1978-1979, periodo en el que escribió Hacia lo eterno mínimo. Otra lectura de Muerte sin fin (Secretaría de Cultura de Puebla, 1995) y del Centro Mexicano de Escritores en ensayo (1985-1986), donde realizó el volumen Jaime Sabines. Entre lo tierno y lo trágico (Praxis, Méx., 2007).

El 4 de octubre de 1974 publicó su primera obra, Eso que llamamos poesía (Casa de la Cultura de Toluca, Colec. Abrapalabra, Toluca, Edoméx.), por lo que el 15 de marzo de 2015 el Instituto Nacional de Bellas Artes, dentro del ciclo “Protagonistas de la Literatura”, reconoció sus 40 años de escritor en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Previamente, el 27 de diciembre de 2014, durante los festejos del 144 aniversario de la proclamación como ciudad, el H. Ayuntamiento de Tonalá, Chiapas (2012-2015), lo designó “Hijo Predilecto en la Cultura y las Artes”. Ha colaborado en diversos medios de comunicación social. Radica en la ciudad de México e imparte de manera independiente cursos y talleres de creación literaria.

Según El poema seminal: “En la literatura mexicana, el nombre de Óscar Wong es sinónimo de persistencia, de constancia. Durante 40 años ha luchado contra todo para forjar una escritura que se sostiene por sí misma, fiel al lenguaje, a la búsqueda de la poesía y a sus propias leyes internas. Sus raíces, la china y la chiapaneca, están plenamente amalgamadas en su trabajo creador, sin mostrarse aparatosamente. De ahí que su poesía es un continuo triunfo sobre la armazón idiomática de que está hecha. Además, el magisterio casi silencioso y la continua indagación crítica de que ha hecho alarde, sostiene a Wong como alguien que ha podido superar con creces las limitaciones del capillismo y el sectarismo, tan marcado en estas lides”.

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